Gestión de conflictos en adolescentes

Gestión de conflictos en adolescentes2017-11-30T16:36:04+00:00

Gestión de conflictos en adolescentes

Es inevitable que el conflicto forme parte de nuestras vidas. Gracias al conflicto aprendemos a desarrollar habilidades necesarias para nuestro propio crecimiento personal. El problema surge cuando el nivel de conflicto es tan elevado que perjudica el desarrollo óptimo del adolescente tanto a nivel psicológico como emocional.

Es por ello que estamos sumamente comprometidos, en los talleres y terapias que realizamos en el centro de psicología Arganzuela con los adolescentes, en proporcionar oportunidades suficientes para que aprendan a resolver conflictos de forma constructiva. Para ello es necesario:

  • Favorecer que el adolescente sea más empático.
  • Que sea flexible y tenga la capacidad de adoptar diferentes puntos de vista para aprender a tomar decisiones anticipando las consecuencias tanto a corto plazo como a largo plazo.
  • Ayudarles a detectar y a corregir las frecuentes distorsiones cognitivas que se producen en situaciones muy estresantes como repetir curso, no entenderse con los padres, enfado con amigos…
  • Establecer un modelo coherente, claro que les ayude y motive a querer resolver conflictos en vez de aumentarlos. Es importante para que los adolescentes aprendan que quieran realmente hacerlo. Para ello el modelo de resolución de conflictos tiene que ser realista y que no sientan que es demasiado complicado para ponerlo en práctica.

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE FAVORECER LA EMPATÍA EN EL ADOLESCENTE PARA GESTIONAR CONFLICTOS?

Desde la primera infancia ya empezamos a sentir lo que siente el otro, aprendemos a identificarnos y a diferenciarnos. Esto nos proporciona una fuente de información muy importante que ayuda a ir comprendiendo el complejo mundo emocional y social que nos rodea. Si la empatía se asienta de manera favorable, nuestra concepción del mundo, de los demás y de nosotros mismos será sana, lo que ayudará a que el adolescente alcance un nivel de compromiso para mejorar y ayudarse a sí mismo y a los demás. Es una pieza clave para la resolución de conflictos que el adolescente esté motivado para ser solidario y justo.

En otras palabras: conocemos a los demás al ponernos en su lugar y nos conocemos a nosotros mismos al compararnos y diferenciarnos de ellos.

La capacidad que adquiere el adolescente para ponerse en el lugar de otras personas puede ser considerada, además, como un requisito necesario para que aprenda a resolver conflictos de forma inteligente y justa. Conviene recordar, en este sentido, que la mayoría de los conflictos que experimentan los adolescentes implican, en mayor o menor grado, a varias personas. Por eso es importante que se tenga en consideración el punto de vista y las circunstancias de cada persona implicada en el conflicto. Enseñar al adolescente a pensar en los diferentes puntos de vista y postura de los otros, para que se pueda poner en su lugar, no sólo le ayudará a resolver conflictos de forma óptima, sino que será un recurso que podrá utilizar en muchas otras áreas de su vida.

¿CÓMO AYUDAMOS AL ADOLESCENTE A SER MÁS EMPÁTICO?

Los puntos que se relatan a continuación son de gran ayuda para favorecer la empatía en el adolescente:

  1. Ponerse en el lugar de los demás (de los otros puntos de vista implicados en el conflicto) y comparar nuestra posición con la suya.
  2. Inversión de roles: a través de un role playing el adolescente asume un rol distinto para que pueda observar cómo se podría sentir desde otro lugar. Si el conflicto es con los padres ayuda mucho que cada uno interprete el papel del otro para que observe cómo piensa y siente. Es una buena manera de flexibilizar posturas y solucionar así conflictos. Este punto también se trabaja en la terapia de habilidades sociales con adolescentes.
  3. Considerar las diversas perspectivas implicadas con un poco de distancia, pensando cómo las vería una persona que no estuviera afectada por el problema. Si el adolescente es capaz de poner distancia emocional podrá analizar el conflicto de una forma más objetiva. Sirve de ayuda el trabajo proyectivo a través de cuentos y metáforas que le ayuden a identificar otras perspectivas desde una distancia emocional.
  4. Que el adolescente sepa cuáles son los derechos de cada persona. Puede que en el conflicto se encuentren enfrentados varios derechos fundamentales, establecer una jerarquía de prioridades. Que el adolescente tenga en cuenta tanto sus derechos como los de los demás. Por ejemplo ser respetado y saber respetar.
  5. Enseñar a pensar a través de reestructuración de pensamientos erróneas que impiden el desarrollo de la empatía del adolescente. Técnicas que ayudan a sustituir los patrones de pensamiento rígido por otros más adaptivos.

VEO QUE MI HIJO NO GESTIONA NADA BIEN LOS CONFLICTOS Y AUNQUE LE INTENTO AYUDAR NO MEJORA. ¿QUÉ PUEDO HACER?

Los adolescentes con menor capacidad para relacionarse en su vida social y gestionar sus emociones suelen tener dificultades para aprender técnicas que les ayuden a resolver conflictos. En estos casos es prioritario trabajar profundamente en regulación emocional con el adolescente así como con las distorsiones de pensamiento que le impiden poner en práctica las soluciones al conflicto.
Si éste/a no sabe regular sus emociones le jugarán una mala pasada y le dominarán en vez de dominarlas él o ella. Para que una persona pueda gestionar conflictos tiene que estar bien regulada para que las emociones no interfieran. No solucionar la capacidad de autorregularse trae consecuencias. El terapeuta le ayudará a través de técnicas de regulación emocional como el mindfulness, así como técnicas de relajación y respiración.

En el caso de que el adolescente presente un pensamiento rígido, de incapacidad o tremendista será necesario abordar este tipo de pensamientos enseñándole lo siguiente:
1.- No Ignorar la información necesaria para comprender el conflicto, reduciéndolo a alguno de sus aspectos, lo que distorsiona ver la situación en su totalidad.

2.- Aprender a interpretar el problema de forma objetiva y no muy negativa o fatalista.

3.- Reducir la suspicacia para no atribuir con frecuencia intenciones hostiles a los demás, lo cual puede llevarlos a responder con hostilidad, o creyendo que no puede hacerse nada para resolver el conflicto, lo cual los conduce a la pasividad.

4.- Manejo de las dificultades para reconocer que hay más de una solución, y no quedarse con la primera que se les ocurre.

5.- Manejo de pensamientos anticipatorios de que va a ir mal, creyendo que las soluciones más positivas no van a dar resultado, y prestando menos atención a las consecuencias en el momento de elegir una solución.

Como consecuencia de las deficiencias anteriormente expuestas (falta de regulación emocional y distorsiones cognitivas), los adolescentes que las sufren suelen reaccionar en situaciones conflictivas de forma que tienden a obstaculizar no solo su propio bienestar sino también el bienestar de las personas que les rodean. Es necesario primero ayudarles a ser conscientes de esas deficiencias, que les impiden gestionar conflictos. El terapeuta tiene que hacer de agente de realidad con ellos para favorecer que ellos también sean realistas. Una vez que son conscientes es importante enseñarles los pasos que tienen que dar para resolver de forma más inteligente y justa sus tensiones y conflictos.

¿CUÁLES SON LOS PASOS QUE LOS ADOLESCENTES TIENEN QUE DAR PARA RESOLVER CONFLICTOS?

1.- Definir adecuadamente el conflicto, aprendiendo a diferenciar lo que es el problema en sí de su interpretación.

Planteamiento del problema erróneo: “El problema es que mi compañero de clase es un egoísta y no me ayuda con los deberes”. Se habla del problema a través de una interpretación por determinar a la persona como egoísta desde su propio punto de vista. No se está siendo objetivo y por lo tanto esto afectará a la solución.
Solución errónea: que deje de ser tan egoísta porque no es justo.

Planteamiento del problema correcto: “Mi compañero me ha dicho que no me puede ayudar con los deberes y me he enfadado con él porque pienso que es un egoísta”. El problema se describe de forma objetiva porque se diferencia el pensamiento, la conducta y la emoción. Se identifican todos los componentes y se integra en la definición toda la información necesaria para resolverlo.

Solución correcta: identificar la conducta de mi compañero que me molesta y por qué me molesta para pensar en una solución.

2.- Establecer una jerarquía de objetivos que ayude al adolescente a centrarse en lo prioritario y a elegir cuáles son los objetivos que persigue que le ayudarían a sentirse mejor con el problema. Tener en cuenta también los objetivos de las otras partes implicadas.

3.- Diseñar las posibles soluciones al conflicto y analizar las consecuencias positivas y negativas de cada una de ellas. Tener en cuenta cómo afectan esas soluciones a las distintas personas implicadas en la situación. No tener en cuenta las consecuencias a corto y largo plazo que producen las soluciones más fáciles es una de las principales deficiencias que dificulta una adecuada solución de los conflictos. Por ejemplo, evito un conflicto callándome es una solución fácil que a corto plazo alivia. Sin embargo, a largo plazo complica que sea capaz de comunicar lo que pienso ante futuros conflictos lo que hará que el adolescente explote por otro lado.

4.- Elegir la solución que se considere mejor y elaborar un plan para llevarla a cabo. Es muy importante que dicho plan incluya una anticipación realista de las dificultades que van a surgir al intentar llevarlo a la práctica, así como de las posibles acciones que pueden contribuir o permitir superarlas.

5.- Llevar a la práctica la solución elegida. Cuando se anticipen dificultades importantes en esta fase del proceso, puede resultar conveniente que los padres al igual que el terapeuta estén también disponibles para ayudar a superar los frecuentes obstáculos que surgen en el adolescente.

6.- Repaso de los resultados obtenidos y, si no son los deseados, volver a poner en práctica todo el procedimiento para mejorarlos. En esta fase conviene ayudar a interpretar lo que se consigue de forma realista y con optimismo, concentrando la atención en los avances, en lo que puede ser modificado a través de la propia acción, y sustituyendo el concepto de fracaso por el de problema a resolver.

El hecho de ir escribiendo las distintas fases de todo este proceso puede facilitar su realización.

¿CUÁLES SON LOS CONFLICTOS EN LA ADOLESCENCIA MÁS FRECUENTES?

Gracias a nuestras terapias con adolescentes hemos podido apreciar que las quejas de ellos suelen coincidir.

  • Miedo al fracaso escolar. Aunque la actitud de muchos refleje falta de interés, a la mayoría les preocupa el fracaso. El problema es que muchos desisten porque no quieren intentarlo y verse incapaces. Otros por lo contrario se exigen mucho y viven con mucha presión y ansiedad su etapa académica.
  • Miedo al rechazo: les preocupa mucho no sentirse aceptados por el grupo de iguales y esto hace que cada uno busque su manera de encajar. A veces de una manera sana y otras llamando la atención con conductas rebeldes. Otros se aíslan porque se ven incapaces de integrarse.
  • Rechazo al control de sus padres: discutir por la hora, por la paga, por el móvil son demandas comunes de muchos adolescentes que sienten que no son libres y que se les controla.
  • Imagen corporal: complejos por partes de su cuerpo que rechazan y viven de manera dramática tratando de esconderlo.
  • Alcohol y drogas: búsqueda de emociones fuertes porque no tienen la concepción de riesgo de un adulto. Buscar sentirse aceptados, más divertidos, más adultos. Riesgo de que se convierta en una adicción.
  • No sentirse reconocido de sus padres: en la adolescencia sigue siendo importante sentirse visible para los padres así como sentirse aceptado. Muchos adolescentes se quejan de no ser valorados por sus padres pero no saben comunicárselo a ellos.
  • Sexualidad: los adolescentes tienen muchas dudas e inseguridades con respecto a este tema teniendo ganas de descubrir y de sentir que sus dudas quedan resueltas. Es importante que las fuentes de información sean fiables.

¿CÓMO PUEDE AYUDAR LA FAMILIA AL ADOLESCENTE PARA GESTIONAR CONFLICTOS?

Muchos son los padres preocupados que acuden a consulta porque no son capaces de gestionar conflictos con su hijo adolescente. Los conflictos en la familia son frecuentes con la llegada de la adolescencia. El adolescente puede llegar a ser una persona muy desafiante que lleve al límite a sus padres. Los adolescentes necesitan sentirse distintos de sus padres, más autónomos y, a través del conflicto y la reivindicación, logran esa sensación de autonomía. Es normal en cierto grado las discusiones por la hora, por estudiar más, etc…, esto forma parte del ciclo de la vida. El problema surge cuando el nivel de conflicto se hace insostenible. Hay reproches, culpabilizaciones, gritos, minando poco a poco la convivencia familiar. Es importante evitar la escalada de la confrontación. Una cosa es que el adolescente pueda expresar disconformidad y otra que se descontrole y sólo se den menosprecios, gritos, faltas de respeto… que acaban deteriorando las relaciones familiares.

Para que se eviten escaladas de confrontación que deterioran la relación familiar, y favorezcan la búsqueda conjunta de soluciones constructivas, conviene:

  1. Que los padres estimulen la capacidad de los adolescentes para participar activa y responsablemente en decisiones familiares que los afecten, de forma que pueda favorecerse su capacidad para tener en cuenta distintas perspectivas y desarrollar el sentido de la responsabilidad.
  2. Evitar los monólogos, las lecciones y las riñas, sustituyendo dichas situaciones por conversaciones de doble dirección, en las que los adolescentes participen activamente y lleguen a sentir que los padres se ponen en su lugar (que los escuchan, los entienden…) y se favorezca también la posibilidad de que los adolescentes se pongan en el lugar de los padres.
  3. Incrementar las oportunidades de realizar juntos actividades gratificantes, en las que tanto los padres como los adolescentes puedan compartir episodios positivos (en situaciones relajadas, no conflictivas), y disfrutar conjuntamente, puesto que dichas oportunidades mejoran la capacidad de resolución conjunta de conflictos.
  4. Establecer algunas costumbres diarias en las que poderse comunicar de forma normalizada las incidencias cotidianas. Y en las que cada uno se interese y escuche a los demás, para ayudarle a mejorar las pequeñas dificultades que pueda tener en su actividad cotidiana. Las comidas y las cenas pueden resultar adecuadas, en este sentido, siempre que no existan condiciones muy estresantes ni obstáculos que inhiban la comunicación, como la televisión.
  5. Evitar reñir continuamente a los adolescentes por conductas de escasa relevancia. Esas riñas continuas no suelen ser útiles y reducen la calidad de la comunicación. Para mejorar su conducta, en este sentido, suele ser más eficaz establecer un acuerdo o contrato (incluso por escrito), cuyo cumplimiento puede revisarse cada cierto tiempo en un momento de tranquilidad.
  6. Evitar expresiones que puedan ser vividas como un ataque o un rechazo a la posición de los otros, como las interrupciones, los gritos, las amenazas, los insultos, las críticas (que despiertan actitudes defensivas), así como la escalada de amenazas y expresiones agresivas que se producen en situaciones muy estresantes, deteniendo dichas situaciones (e incluso la comunicación en ese momento) y fijando otro momento (de mayor serenidad) para buscar conjuntamente una solución al problema que ha iniciado dicha escalada.
  7. Cuando resulte difícil llegar a un acuerdo en asuntos relevantes, puede ser necesario elegir un momento de serenidad para todos en el que buscar soluciones consensuadas, intentando que cada parte se ponga en el lugar de la otra. Para favorecerlo cada uno puede expresar al otro cómo entiende su postura, tratando de encontrar una solución en la que se respeten al máximo las preocupaciones o intereses de cada uno, siguiendo los pasos anteriormente descritos sobre cómo enseñar a pensar para resolver conflictos.

En el centro de psicología Arganzuela contamos con terapeutas expertos en adolescentes que ayudan a los chavales/as a desarrollar recursos psicológicos para gestionar los conflictos a los que tienen que enfrentarse, tanto con los iguales (amigos o compañeros) como con las figuras de referencia (padres y profesores). Trabajamos con los adolescentes en sesiones individuales y grupales. Y, a su vez, trabajamos con los padres, para que estos puedan ayudar a sus hijos en el desarrollo de estos recursos.

¿QUÉ PROFESIONALES PUEDEN AYUDARME?

Diana Hernández Faón
Diana Hernández FaónNº de colegiada M-27367
  • Licenciada en Psicología especialidad clínica. Calificación Cum Laude.
  • Terapeuta en idiomas: español e inglés. Licenciatura obtenida en Estados Unidos.
  • Máster en Psicoterapia por la Universidad Complutense de Madrid.
  • Máster en Terapia de Conducta por la Universidad Nacional de Educación a Distancia.
  • Formación en intervención familiar y terapia de pareja.
  • Experiencia en adultos con trastornos de ansiedad como estrés, crisis de pánico, angustia generalizada y fobias.
  • Experta en trastornos adaptativos.
  • Experiencia clínica en adolescentes (depresión, ansiedad, problemas emocionales, duelo, autoestima etc.).
  • Experiencia en terapias grupales y responsable de desarrollo de talleres con pacientes.
  • Especialista en diagnóstico y tratamiento de niños con trastorno por déficit de atención e hiperactividad.
  • Especialista en resiliencia y flexibilidad emocional.
Vera Celada Victoria
Vera Celada VictoriaNº de colegiada M-27178
  • Licenciada por la Universidad Complutense de Madrid con especialidad en psicología clínica y salud.
  • Psicóloga General Sanitaria.
  • Máster en Inteligencia Emocional e Intervención en Emociones y Salud por la U.C.M.
  • Experto en Intervención Psicológica con Víctimas de violencia de género.
  • Terapeuta EMDR.
  • Amplia experiencia y formación en Terapia Familiar Sistémica.
  • Experto en Psicoterapia con Niños y adolescentes.
  • Experiencia en terapia individual con adultos (ansiedad, depresión, problemas de autoestima, trastorno de alimentación, adicciones, rupturas, duelos, dolor crónico, fobias, problemas familiares…).
  • Experiencia en terapia infanto-juvenil (ansiedad, miedos, fobias, problemas escolares, bullying, rabietas, problemas familiares…)
  • Experiencia en terapias grupales: Obesidad, habilidades sociales, inteligencia emocional, adicciones y ludopatías, terapias multifamiliares.
  • Experiencia y desarrollo de programas de prevención en primaria y secundaria.
  • Experta en técnicas de biofeedback.
  • Experta en la técnica de la caja de arena.
  • Experta en terapia breve centrada en soluciones.
  • Experta en técnicas psicodramáticas.
Gabriela García Sánchez
Gabriela García SánchezNº de colegiada M-32841
  • Licenciada en Psicología por la Universidad de Elche (Alicante)
  • Máster Universitario de Psicología General Sanitaria por la  Universidad Miguel Hernández de Elche (Alicante).
  • Máster en Atención Temprana por el Instituto Superior de Estudios de  Psicología.
  • Evaluación e intervención psicológica infantil (trastorno desarrollo  cognitivo, emocional y de la conducta, trastorno generalizado del  desarrollo).
  • Evaluación e intervención psicológica juvenil (trastorno de conducta,  déficit atención, problemas emocionales, relación padres-hijo).
  • Evaluación e intervención psicológica adultos (ansiedad, depresión,  estrés, adicciones, duelo, dolor crónico, etc.).
  • Adolescentes y jóvenes en situación de riesgo.
  • Mediación y resolución de conflictos.
  • Publicaciones sobre conductas adictivas.
Virginia Moraleda Borja
Virginia Moraleda BorjaNº de colegiada M-32620
  • Licenciada en Psicología por la Universidad de Granada.
  • Máster Universitario en Psicología General Sanitaria.
  • Evaluación e intervención psicológica con niños y adolescentes (problemas de conducta, hiperactividad, déficit de atención, problemas emocionales) y adultos (problemas de estrés, ansiedad, depresión, duelo, adicciones, síndromes somáticos).
  • Promoción y educación para la salud.
  • Afrontamiento y manejo de enfermedades crónicas.
  • Orientación cognitivo-conductual, con perspectiva integradora.
  • Conocimientos de Mindfulness.

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