Divorcio de los padres
El divorcio de los padres puede ser una experiencia muy difícil y dolorosa para los niños, ya que la familia constituye su soporte emocional para su madurez. La separación de los padres implica una modificación de la estructura familiar previa, pudiendo generar en ellos sentimientos de inestabilidad, soledad y miedo.
La percepción del niño ante el divorcio muchas veces es que su familia ha cambiado para siempre. Efectivamente, el divorcio implica una ruptura de la estructura y funcionamiento del sistema familiar, que muchas veces modifica la flexibilidad de los límites que había hasta el momento, puede generar confusión en los roles, se pueden modificar las expectativas y valores, muchas veces aumentando la tensión entre los miembros, pudiendo generar desorientación.
Con frecuencia, los padres muestran mucha preocupación por las repercusiones emocionales que pueden sufrir los hijos ante esta experiencia. Para esto es muy importante que puedan tener los conocimientos y recursos necesarios para hacer frente a ello. El papel de los padres es clave para favorecer el afrontamiento del niño ante este proceso, especialmente en cuanto al manejo del conflicto, siendo la variable más significativa en cuanto al bienestar emocional del pequeño ante este evento. En general, se han visto dos tipos de respuesta en los sistemas familiares, una en la que se logran mantener las funciones de protección hacia los hijos, y otra en la que el conflicto entre los padres es tan elevado que interfiere con estas funciones.
Dependiendo de la edad, la personalidad del niño y el manejo de los padres ante el divorcio, las repercusiones emocionales en los pequeños pueden ser muy diferentes. Pueden manifestar tristeza, abatimiento, ansiedad, miedo y preocupación por ser abandonados o por la pérdida de alguno de los padres, culpa, alteraciones del sueño y la alimentación, asilamiento, desconfianza, inseguridad, pérdida de interés en actividades, desmotivación, conductas regresivas, etc.
Si el niño es pequeño, no cuenta con recursos suficientes para entender la situación, por lo que suelen aparecer síntomas como llamadas de atención, molestias corporales, vómito, entre otros, como una manifestación del malestar y un intento por recomponer lo que se ha roto. Cuando el niño es más mayor, pueden desencadenarse sentimientos de culpa sobre la separación, por lo que los síntomas que apareen son más fuertes como agresividad, problemas en el colegio o incluso repetir comportamientos más infantiles.
Estos efectos suelen ser transitorios y el niño por lo general se va a ir recuperando del este impacto emocional. Sin embargo, si observas que estas emociones son muy intensas o se cronifican en el tiempo, es importante buscar ayuda profesional. Contar con apoyo psicológico durante el abordaje de esta experiencia, puede ser un factor protector en la salud emocional del niño.