La adolescencia es ese ciclo de la vida que comienza sobre los 10 u 11 años y termina aproximadamente sobre los 19 o 20 años.
Durante este período el niño o niña va experimentando una serie de cambios importantes a nivel psicológico, físico y social, necesarios para llegar a convertirse en adulto.
A nivel físico, los cambios son muy visibles. Tanto en los chicos, con la aparición del vello facial y los cambios en la tonalidad de la voz, como en las chicas con la aparición de la menstruación y del vello corporal junto con el desarrollo de los pechos.
Desde el punto de vista psicológico y emocional, aparece el pensamiento abstracto y las capacidades cognitivas de razonamiento se desarrollan. En este punto surge el pensamiento crítico, que resulta tan necesario en la búsqueda de la identidad, objetivo claro de la etapa adolescente.
En esta búsqueda de identidad, toman un papel relevante los iguales (por ejemplo, amigos y compañeros de clase) y la relación que se establece con ellos. Hasta ese momento, los padres habían sido las figuras de referencia, pero a partir de ahora, esa posición la ocuparán sus iguales y será de ellos de quienes necesiten obtener valoración y aceptación.
Este cambio en la importancia que se le atribuye a las relaciones sociales hace que, a veces, algunos o algunas adolescentes se sientan inseguros/as y teman ser rechazados/as. Quizás no entraron en esta fase con un auto-concepto positivo de sí mismos o una autoestima lo suficientemente fuerte como para salir airosos de las nuevas situaciones sociales a las que han de enfrentarse.
Muchas veces, estos déficits pasan desapercibidos por los padres en la infancia ya que son difíciles de detectar y además, puede que inconscientemente y siempre bajo con la intención de protegerlos, hayan coartado las oportunidades de sus hijos para sentirse autónomos y capaces. El hecho es que estos déficits se arrastran y se magnifican en la etapa adolescente acarreando consecuencias negativas a nivel emocional para ellos y ellas.
Pero, y ¿cómo puedo saber si mi hijo o hija tienen dificultades para relacionarse con sus iguales? Para detectar esto hay que atender a diversos síntomas: deterioro en su rendimiento académico debido a la escasa participación en clase o a la resistencia a presentar trabajos en público o la tendencia a evitar preguntar dudas al profesor/a; fracaso en las citas; evitación en las relaciones con los compañeros lo que genera aislamiento y sentimientos de soledad; depresión debido a la baja tasa de reforzamiento social y/o relación disfuncional con los padres ya que impiden la comunicación, negociación y resolución de conflictos, así como presentar patrones de comportamiento agresivos u oposicionistas.
Si no se detectan y tratan a tiempo estas señales, se puede desencadenar a corto plazo el consumo de drogas legales o ilegales, la aparición de trastornos de conducta, absentismo escolar o la realización de actos delictivos.
A largo plazo el adolescente puede desarrollar una personalidad evitativa o fóbica o tener problemas de adaptación tanto en su entorno social como laboral.
Afortunadamente, el cerebro aún conserva gran plasticidad neuronal, la cual permite que se aprendan nuevos patrones de relación y nuevas habilidades sociales. Se ha demostrado empíricamente cómo el aumento en la eficacia con que los y las adolescentes se relacionan con sus iguales influye directa y positivamente en su autoestima, en el concepto que tienen de sí mismos, en su capacidad para afrontar y resolver conflictos y en un buen desarrollo del bienestar personal y la felicidad.
Por tanto en estos casos se hace necesario iniciar un trabajo terapéutico, preferiblemente en grupo, que permita poner en práctica dichas habilidades, iniciando así un nuevo camino en el que esta vez el/la adolescente se sienta feliz, realizado/a y satisfecho/a.