¿CUÁNDO ES BUEN MOMENTO PARA IR AL PSICÓLOGO?

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¿CUÁNDO ES BUEN MOMENTO PARA IR AL PSICÓLOGO?

cuidateTomar la decisión de acudir a un psicólogo no suele ser fácil. Es cierto que cada vez más personas realizan un proceso terapéutico, encontrando resultados muy positivos al hacerlo pero, socialmente, hay una parte de la población  a la que le cuesta tomar la decisión.

   El proceso terapéutico debe tener unas características para que sea útil. Es necesario que dure un tiempo prolongado (en la mayoría de los casos meses e incluso años) debido a que los cambios duraderos a nivel comportamental y emocional sólo pueden conseguirse a fuego lento. Los cambios rápidos y drásticos duran poco.

   En las primeras sesiones el terapeuta realiza una evaluación entrevistando a las personas necesarias. En el caso de la terapia infantil el psicólogo evalúa al niño, pero también entrevista a los padres y en algunas ocasiones a otros miembros de la familia como abuelos o cuidadores. También puede necesitar hablar con el colegio. Las entrevistas se complementan con la aplicación de cuestionarios o test de evaluación psicológica, necesarios en la mayoría de las ocasiones.

   Es importante que el terapeuta que se ocupe de un caso tenga la formación adecuada y un trabajo personal realizado, un análisis propio que suele durar varios años.

   Las dificultades emocionales difícilmente se pasan solas. Es cierto que en muchas ocasiones las personas y los niños tienen emociones negativas o desagradables porque están atravesando un momento vital duro y difícil, y el tiempo ayuda a que la situación vaya mejorando y con ello la emoción de las personas que la viven.

   Pero, en muchos casos ocurre que, aunque se acabe la situación difícil, y ésta se pase, es posible que queden algunos temas emocionales pendientes de resolver que puede que la persona no sea plenamente consciente de la presencia de los mismos. Estos temas pendientes pueden quedarse anclados y reaparecer en momentos vitales posteriores en forma de somatizaciones o de descompensaciones emocionales, en forma de ataques de ira o de ansiedad. O si la persona vive alguna situación parecida a la anterior, aunque ya se haya pasado, el no tener resueltas emociones o conflictos de acontecimientos anteriores puede que la emoción se desplace y aparezca en forma de fobia o depresión sin saber muy bien de dónde venía.

   En otros casos, más graves, las personas pueden tener algún trastorno emocional. Esto convierte la terapia en necesaria para abordar la dificultad. Los trastornos emocionales, nunca se pasan solos. Y la gran mayoría tienen origen en la infancia. Personas que han vivido alguna situación traumática en la infancia como accidentes, operaciones quirúrgicas graves, muerte de alguno de los progenitores o hermanos, o situaciones de abuso físico o sexual, tienen mucha más probabilidad de desarrollar patología emocional en la vida adulta que el resto de la población.

   Por eso queremos hacer hincapié en la conciencia real de dificultad y en lo necesario que se torna el abordaje terapéutico en la infancia de algunas dificultades porque haciendo terapia en esta etapa vital, el niño no sólo ve cómo se reduce su malestar en el momento presente que está viviendo, sino que elimina un factor de vulnerabilidad y en muchos casos genera factores emocionales protectores para la futura vida adulta. Por esto, en la infancia, dejarlo estar y esperar a que pase la dificultad nunca es buena opción debido a que no se pasará solo.

   En la relación entre padres e hijos, a nivel terapéutico, se pueden abordar muchos temas. Por supuesto, cada etapa vital tiene unas necesidades. No necesita lo mismo un bebé que un niño más mayor, los papás deben adaptarse a las necesidades de cada edad y lo que es fundamental en una etapa, en otra es contraproducente.

   Sin embargo, sí hay otro tipo de recursos emocionales, que son las llamadas capacidades de parentalización, que son necesarios a lo largo de todo el ciclo vital, pero es cierto que sólo la necesidad de irse adaptando a lo rápido que cambian los pequeños es desgastador.

   Los padres también tienen necesidades sólo por el hecho de ser padres. Cuidar del pequeño, hacerle crecer, enseñarle, educarle, ponerle límites, etc… supone una energía psíquica importante y además es de forma constante, 24 horas al día. Los adultos también necesitan que cuiden de ellos para que ellos puedan cuidar de su hijo.

   Desde el momento en que los papás esperan al bebé, puede haber cosas por abordar a nivel terapéutico. Durante el embarazado, se puede trabajar la regulación emocional de la madre, el proceso de cambio que se está tramitando, y el nuevo rol que debe enfrentar en breve; que es lógico que genere algunos miedos, inseguridades e incertidumbre. El padre también tiene sus necesidades; puede sentir algunos miedos, incertidumbres, temor a no saber cómo ayudar o cómo cuidar de la madre y el bebé, etc.

   Muchos profesionales acompañan a los futuros padres en el embarazo: ginecólogos, obstetras, matronas, enfermeras, etc. pero, ¿Alguno de estos profesionales pregunta a la mujer embarazada por sus emociones? Afortunadamente, algunos profesionales de la salud están empezando a concienciarse de la necesidad del cuidado emocional de la embarazada para la futura regulación emocional del bebé.

   “Mejorar el estado emocional de la mujer embarazada es mejorar la salud de la sociedad” (Vivette Glover). Si la madre se encuentra deprimida o ansiosa, el bebé lo percibe y llorará más, creando una mala interacción entre los dos. Las primeras interacciones son esenciales.

   Desde el nacimiento hasta los tres años, el psicólogo puede ayudar sobre todo al entendimiento y entonamiento de los padres con el bebé. Es una etapa de muchísima plasticidad en el desarrollo y todo lo que se haga con el pequeño tendrá mucho impacto, para bien y para mal.

  Si ocurre que lo padres encuentran dificultades a la hora de regular emocionalmente al pequeño, instaurar rutinas y establecer un vínculo de apego seguro, puede ser un buen momento para consultar a un psicólogo. En esta etapa se construyen los cimientos de la identidad del niño. Si el pequeño vive con mucha frecuencia emociones negativas y desagradables esto afectará a cómo se ve a sí mismo y a su futura autoestima.

   A partir de los tres años, el trabajo terapéutico se centra más en el pequeño. Aunque siempre hay una parte del abordaje con los padres, aquí los niños ya tienen más herramientas para comunicarse con los adultos.

   Desde el momento en que alguno de los padres empieza a conectarse con la posibilidad de consultar a un terapeuta, es buen momento para hacerlo. Pero también es cierto que cada persona necesita tu tiempo para tomar la decisión. Digo que es buen momento porque, si la persona piensa en hacer terapia, es porque de alguna manera ocurre algo que le afecta, y siente que no sabe o no puede solucionarlo, o no tiene herramientas en ese momento. En terapia se desarrollan esas herramientas.

   En estos años es muy común el abordaje de miedos no evolutivos, dificultades de relación con los iguales, dificultades escolares, baja autoestima y problemas de conducta.

   En la adolescencia es fundamental que el terapeuta como primer objetivo genere un buen vínculo con el chaval. En estas edades llevan muy mal la sensación de que sus padres hablen de ellos con otra persona, así que es necesario que ellos sean los primeros en entablar vínculo con el terapeuta.

   Cuando la dificultad es importante e incapacita y afecta de forma significativa a la persona de manera que no puede hacer su vida normal, en este caso la terapia se torna necesaria.

2017-07-20T16:07:01+00:00junio, 2014|Psicología infantil|
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